La entomofagia, una tradición muy mexicana

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La adopción por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible identificó la sostenibilidad como el principio rector central para los esfuerzos de desarrollo en todos los niveles, desde el local hasta el global. Esta agenda comprende 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS) que especifican objetivos e indicadores para lograr la sostenibilidad social y ambiental, con consideraciones simultáneas de sostenibilidad económica, a través de múltiples temas de desarrollo.

El progreso decisivo hacia los ODS requerirá cambios transformadores en las cadenas de valor de alimentos y fibras. En particular, la agroindustria tiene un enorme impacto en estos objetivos relacionados con la sostenibilidad social (1: cero pobreza, 2: cero hambre y 10: reducción de las desigualdades), así como la sostenibilidad ambiental (13: acción climática y 15: vida en la tierra) que finalmente son responsables de la situación económica de la mayoría de los pobres del mundo y de proporcionar alimentos (para personas y animales), otros bienes de consumo e insumos para la industria. La agroindustria ocupa más del 40% de la superficie terrestre del planeta y es responsable de aproximadamente ¼ de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero.

Pueden surgir compensaciones como en el caso del aumento de la producción de alimentos y la protección del ecosistema terrestre. Un ejemplo podría ser un agronegocio basado en la producción intensiva de grandes extensiones de tierra y la consiguiente extracción adicional de agua agrícola para el riego que dará como resultado una mayor seguridad alimentaria pero debilitan la conservación de la biodiversidad y se convierten en una amenaza de los ecosistemas de agua dulce.

Sin embargo, el alcance de tales compensaciones depende del contexto. Desvincular el progreso económico de los agronegocios del uso intensivo de los recursos naturales y asociarlo con el consumo y producción responsables, representa uno de los desafíos más críticos de nuestro tiempo.

En el mundo en desarrollo, donde se espera que ocurra la mayor parte del aumento de la población humana, el crecimiento económico y los patrones dietéticos cambiantes representarán un aumento del 70% en la demanda de productos pecuarios para 2050. Por otro lado, los costos de alimentación en la industria ganadera, representan entre el 60-70% de los costos totales de la producción. Las fuentes importantes de proteínas en los alimentos son la harina de soya, cuyo uso compite con la producción de alimentos para humanos, y la harina de pescado, cuya disponibilidad es cada vez más limitada debido a la sobreexplotación marina. Los costos de estos ingredientes para alimentos animales aumentan rápidamente, lo que afecta especialmente a los agricultores de escasos recursos. La búsqueda de alternativas sostenibles ha llevado a un creciente interés en los insectos como componente de los alimentos.

Los insectos contienen altos niveles de proteína y su producción tiene una pequeña huella ecológica. Entre las especies de insectos que se crían en masa, la mosca soldado negra Hermetia illucens, la mosca doméstica Musca domestica y el gusano amarillo de la harina Tenebrio molitor han recibido una atención considerable porque pueden alimentarse de diferentes sustratos, incluidos los flujos de desechos orgánicos. La capacidad de estos insectos para convertir los desechos orgánicos en nutrientes de alta calidad ha abierto rápidamente perspectivas económicas innovadoras.

Estos incluyen proteínas a base de insectos como alternativa a las fuentes convencionales. Actualmente, las larvas de moscas se crían exclusivamente como ingredientes de alimentos.

El valor de los insectos como componente del alimento puede contribuir a mejorar los medios de vida de los pequeños agricultores para hacer más eficientes los sistemas alimentarios. Esta práctica fue reconocida en el Códice Florentino, escrito por Fray Bernardino de Sahagún en el siglo XVI, quien describió 96 especies de insectos comestibles que sirvieron como base para la alimentación de los habitantes de Mesoamérica.

Algunos estudios han comprobado que 100 gramos de insectos (cualquier especie) aporta 80% de proteína, ¿una solución para una alimentación más completa?

La integración de las agroindustrias con otras tecnologías (verdes), así como con la agricultura digitalizada, juegan un papel importante, específicamente, la producción responsable, aumentando la rentabilidad sin uso adicional de recursos naturales. Y en México ya éramos pioneros desde hace 500 años.

Autores:  Dr Jorge Quiroz Valiente y Dra.  Elisabeth Casanova García

Fotografias tomas por: Fernando Frank, Shutterstock y Especial.