LA REMODELACIÓN GENÉTICA DE LOS ALIMENTOS

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Escrito por: Elisabeth Casanova García y Jorge Quiroz Valiente

A nivel mundial, los cultivos genéticamente modificados (GM) contribuyen a la seguridad alimentaria al aumentar su rendimiento, calidad y vida útil; fue así como la comercialización y adopción de cultivos transgénicos en muchos países desarrollados suscitó la esperanza de mejorar la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia. Sin embargo, el mundo en desarrollo que enfrenta desnutrición, crisis alimentarias e inadecuadas tecnologías de producción de alimentos, ha tardado en aceptar los cultivos transgénicos, esto probablemente emana de políticas desfavorables moldeadas por la opinión pública, ya que a pesar de su potencial para lograr la agenda del hambre cero, los factores que obstaculizan la adopción de tecnología GM requieren regulaciones de bioseguridad para monitorear los efectos en el medio ambiente y la salud.

Durante miles de años, la selección y el cruzamiento han sido los medios para transferir los rasgos deseados entre plantas y especies animales. Estos procesos requieren mucho tiempo, y no siempre se obtienen los resultados esperados. Actualmente, la ingeniería genética es un método preciso y controlado de modificación de genes que implica la extracción e inserción de genes, de especies relacionadas o no, para mejorar la productividad agrícola y la generación de productos farmacéuticos valiosos. Históricamente, los cultivos transgénicos se adoptaron y comercializaron por primera vez en 1996 y crecieron exponencialmente; por lo tanto, se considera la tecnología de desarrollo de cultivos de adopción más rápida en la agricultura moderna.

Los cultivos transgénicos presentan enormes beneficios económicos al reducir los costos asociados con la producción de alimentos y medicamentos, el uso de pesticidas y evitar la escasez de alimentos nutritivos. Un meta-análisis realizado hace algunos años (Klümper y Qaim, 2014) informó que el cultivo de ciertos transgénicos redujo el uso de pesticidas en un 37%, aumentó el rendimiento de los cultivos en un 22% y aumentó las ganancias agrícolas en un 68%. Según lo informado por el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas (ISAAA), en 2019 se cultivaron 191.7 millones de hectáreas (un aumento de 113 veces desde 1996) de cultivos transgénicos en todo el mundo, lo que redujo sustancialmente el costo de producción y emisiones de dióxido de carbono y aumento de los ingresos de los agricultores. De todos estos cultivos transgénicos, la soya fue la más cultivada, representando el 49.6 % de la superficie total, 3.4 veces la superficie cultivada de soya no transgénica.

La seguridad alimentaria es un desafío global y, al mismo tiempo, se espera que la población mundial alcance los 9,700 millones para 2050.

Una de cada tres personas de nuestro planeta está actualmente desnutrida y se espera que esta cifra aumente para el 2030. Como ejemplo, en 2020 una plaga de langostas consumió tantos alimentos como 35,000 personas podían comer en un día. Por lo tanto, se requerirán nuevas tecnologías que puedan reducir de manera eficiente la pérdida de cultivos por plagas y enfermedades y mejorar la calidad nutricional de los alimentos para abordar la inseguridad alimentaria. La ingeniería genética también ha ayudado a desarrollar cultivos transgénicos tolerantes a la sequía, resistentes a las enfermedades y con valores nutricionales más altos que podrían proporcionar alimentos para todos y disminuir la escasez de alimentos. Por ejemplo, el arroz GM llamado ‘Golden Rice’ fue diseñado específicamente para producir un alto nivel de β-caroteno; este elemento ayuda a combatir la deficiencia de vitamina A que ha afectado a más de 250 millones de niños en todo el mundo. La adopción de tecnología a través de cultivos GM tolerantes a herbicidas y resistentes a insectos podría mitigar la pérdida económica, reducir la devastación de plagas y eliminar el riesgo de hambre y muerte. Según el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), el 94 % de la soya, el 97 % del algodón y el 91 % del maíz cultivados en EE. UU. eran cultivos transgénicos, resistentes a insectos y tolerantes a herbicidas (USDA, 2020a).

La bioseguridad, especialmente la seguridad de los alimentos genéticamente modificados, ha atraído la atención de la gente y muchos países han formulado leyes y reglamentos sobre la evaluación de la toxicidad de los organismos modificados genéticamente. De modo que antes de que un producto sea introducido al mercado, se deben realizar una serie de evaluaciones de seguridad, en las que los experimentos toxicológicos con animales son fundamentales. Estos experimentos se han llevado a cabo en muchas plantas transgénicas, (soya, el arroz, el maíz y el trigo). Recientemente se evaluó el efecto de bacterias transgénicas en ratones por tres generaciones consecutivas, sin que éstas presentaran alguna alteración (Liu et al., 2022).

Los ambientalistas creen que su nueva visión es «verde», pero en un análisis más agudo no lo es. Si la agricultura orgánica aumentara para reemplazar el 25% de la agricultura convencional, se tendría que convertir mucha más tierra para la producción de alimentos, con resultados perjudiciales para el hábitat de la vida silvestre y el clima. Esto nos lleva a la reflexión de siempre, y es que no sólo hay que consultar la información, sino hacer con ella un proceso de reflexión propio y exclusivo de la especie humana, pero que cada vez se ejerce menos.