Por Elisabeth Casanova García y Jorge Quiroz Valiente
Los ‘límites planetarios’ podrían ser definidos como la capacidad de la biósfera para recuperarse de las perturbaciones (ocasionados principalmente por las actividades humanas) y regresar a un estado estable; el sistema alimentario mundial ha contribuido al cruce de varios de estos límites, particularmente los relacionados con el cambio climático, la integridad de la biosfera y los flujos biogeoquímicos relacionados con ciclos del nitrógeno y del fósforo.
Si continúan los cambios socioeconómicos hacia los patrones de consumo occidentales, es probable que se intensifiquen las presiones ambientales del sistema alimentario y la humanidad pronto podría acercarse a los límites planetarios para el uso global de agua dulce, el cambio en el uso de la tierra y la acidificación de los océanos. Más allá de esos límites, los ecosistemas podrían correr el riesgo de desestabilizarse y perder las funciones de regulación de las que dependen las poblaciones.
Con la humanidad ya excediendo el uso sostenible de los sistemas de la Tierra de varias maneras, existe una creciente preocupación por la combinación del crecimiento de la población y el aumento de la riqueza mundial per cápita que augura consecuencias aún más profundas y generalizadas.
Ante esta preocupación, existe un acuerdo generalizado de que la producción de alimentos debe aumentar sustancialmente y, al mismo tiempo, minimizar los impactos ambientales, enfoque conocido como «intensificación sostenible». Las posibles soluciones para abordar este aparente dilema incluyen cerrar las brechas de rendimiento de los cultivos, reducir el desperdicio de alimentos, moderar las dietas y reducir las ineficiencias en el uso de los recursos.
Varios estudios recientes han preguntado cuánto puede aumentar el suministro de alimentos si se implementa una sola de las soluciones anteriores. Por ejemplo, unos investigadores encontraron que al maximizar los rendimientos de los cultivos (es decir, cerrar las brechas de rendimiento), la producción global de cultivos podría aumentar entre un 45 y 70%. Otro estudio determinó que se podría alimentar a mil millones de personas más si el desperdicio de alimentos se redujera a la mitad del 24 al 12%. Además, al cambiar las dietas actuales a una dieta globalmente adecuada, es decir 3000 kcal por persona, de las cuales únicamente 20% kcal de procedencia animal, encontraron que se podría alimentar a 800 millones de personas adicionales.
Finalmente, en otro estudio reciente, se determinó que la aplicación de nitrógeno, cuando se distribuye de manera más eficiente en todo el planeta, podría reducirse en un 50 % sin dejar de alcanzar los niveles actuales de producción de cereales. Si bien estos y otros estudios ciertamente han ayudado a determinar en qué medida son posibles ciertas mejoras, no brindan una visión integrada de la futura demanda humana, la producción de alimentos y sus múltiples efectos ambientales.
Es evidente la necesidad de soluciones tanto del lado de la demanda como del lado de la oferta para lograr una «intensificación sostenible» del sistema alimentario mundial. Si las tendencias dietéticas continúan creciendo en función del PIB, es probable que las mejoras en la eficiencia no sean suficientes para evitar mayores aumentos en la carga ambiental de la agricultura, y se necesitarán urgentemente soluciones adicionales.
Las explotaciones familiares representan la mayoría de los sistemas de fincas a nivel mundial; el tamaño varía de 1 a 10,000 ha. Se estima que la producción de los pequeños agricultores representa el 50% de la producción mundial de alimentos; las granjas familiares son reconocidas como esenciales para la seguridad alimentaria; en todo el mundo hay más de 500 millones de unidades de producción, lo que representa más del 90% de las granjas del mundo. Los pequeños agricultores desempeñan un papel crucial en los sistemas alimentarios ya que la agricultura a pequeña escala, complementa la agricultura a gran escala, es esencial para la seguridad alimentaria mundial, especialmente en los países en desarrollo, ya que crea más puestos de trabajo en las zonas rurales y aumenta los ingresos de las familias
Finalmente, una forma de contribuir es la agricultura urbana que es el cultivo de plantas dentro de áreas urbanas y periurbanas. Este tipo de agricultura proporciona aproximadamente el 15% del suministro mundial de alimentos, y la producción sigue aumentando. Dicha agricultura puede tomar muchas formas, incluyendo pequeñas granjas urbanas intensivas, producción de alimentos en urbanizaciones, uso compartido de la tierra, jardines en azoteas y colmenas, invernaderos en patios escolares, jardines de ensaladas apoyados por restaurantes, producción de alimentos en espacios públicos, huertos, cultivo de hortalizas en balcones y cualquier otro medio de producción de hortalizas dentro de las zonas urbanas.
Las acciones para reducir la presión sobre estos límites a las que nos comprometamos cada quien, son la única manera de asegurarnos de no llegar a un punto en donde todo el daño sea irreversible.