Por: Dr. Jorge Flores, Agronomy Manager de Yara México
La formación de la sociedad sedentaria surgió con el descubrimiento de la agricultura. Los habitantes transformaron su manera de relacionarse y de formar comunidades al detectar que podían producir su propia comida desde la tierra, mediante la labranza, sin tener que depender de la caza de animales para subsistir.
Desde entonces, la necesidad de preservar este descubrimiento ha transformado las prácticas agrícolas, con la intención de seguir satisfaciendo las necesidades alimentarias de una sociedad cambiante y, cada vez, más creciente. Para 2050, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, mejor conocida como la FAO, se proyecta una población de cerca de 10 mil millones de personas, lo cual implica un aumento en la producción alimentaria actual del 50%. Para lograrlo, será importante la constante evolución en el campo, poniendo énfasis sobre todo en el cuidado de los suelos, ya que se calcula que el 95% de nuestros alimentos se produce directa o indirectamente en ellos.
Los suelos sanos suministran los nutrientes esenciales, y apoyan a las raíces para crecer y prosperar. Funcionan como amortiguador para protegerlas de las drásticas fluctuaciones de temperatura y a la par, contribuyen a mitigar el cambio climático, lo cual es vital, sobre todo ante un panorama en el que cada vez más organizaciones proyectan que nos acercamos a los 1.5 grados centígrados de temperatura que, tendría efectos irreversibles para los ecosistemas.
En los últimos 50 años, los avances en tecnología agrícola han dado un salto cualitativo en la producción de alimentos y han reforzado la seguridad alimentaria mundial. Sin embargo, estos avances, en muchas ocasiones, han degenerado la salud de los suelos, lo cual refleja un sistema que se ha encargado de satisfacer las demandas alimentarias del presente sin tener en consideración las del futuro.
Dado que el suelo es un recurso no renovable y se podría tardar hasta 1000 años en generar un centímetro de este, es necesario promover prácticas agrícolas más sostenibles, ya que la FAO indica que su gestión podría producir hasta un 58% más de alimentos, lo cual representa la consecución del segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible, que promueve el Hambre Cero para toda la humanidad.
Algunas alternativas para lograrlo son: conocer a profundidad las características de cada suelo, disminuir el movimiento de éste, gestionar de mejor manera sus recursos y retribuirle los nutrientes que ha brindado.
Con base en la radiografía que brindan los análisis de suelos se logra entender sus necesidades, lo que permite saber si es necesario aplicar algún nutriente en particular, su cantidad y el momento exacto para emplearlo.
Otra acción que además de procurar el cuidado del suelo, cuida el agua, son los sistemas de riego por goteo, mejor conocido por fertirriego, con lo cual se puede lograr una reducción del 31% en el consumo de agua por tonelada de cultivo; y un 36% menos de generación de dióxido de carbono. Además, éste puede ayudar a que el productor incremente la eficiencia en el uso del agua y de los fertilizantes aplicados, lo cual es esencial para asegurarse de que no se agoten los valiosos recursos naturales y que el nutriente sea aplicado en las cantidades exactas, directamente a la planta, produciendo menos desperdicio.
Si bien, los agricultores tienen una gran responsabilidad en el cuidado del suelo, a su vez, requieren de un apoyo 360 que fomente su capacitación para la procuración de suelos nutridos, teniendo como prioridad el cuidado del planeta para el desarrollo de una sociedad sana y en armonía con el medio ambiente.
Como humanidad debemos hacer conciencia sobre la importancia que tiene el suelo en nuestras vidas. Cuando se habla de términos de salud o de tener una dieta balanceada, es necesario visibilizar el trabajo de todos los miembros de la cadena de valor, que permiten que todos tengan acceso a una diversidad alimentaria que cuente con los nutrientes necesarios para desarrollarnos. Confiamos en que, mediante la colaboración del sector público y privado, aunada a la participación de cada vez más jóvenes en el campo lograremos el futuro alimentario positivo para la naturaleza que todos necesitamos.
Referencias :
Edición N°116 / Agro Región. Noviembre-Diciembre 2022