El caballo azteca, es una raza equina de origen mexicana relativamente nueva pero bien conformada; es el resultado de una mezcla entre la andaluza y cuarto de milla. Su aspecto ha ido mejorando con el tiempo gracias al trabajo genético que se ha realizado poco a poco, lo cuál ha llevado a que su crianza se haya expandido a Canadá, Estados Unidos y Sudamérica, donde también es conocido como half-andalusian.
La creación de esta raza empezó en 1969 en la alta escuela de jinetes de Texcoco, en la región del Valle de México para ser utilizado como montura por los charros de nuestro país, su rapidez, fuerza, temperamento adecuado, nobleza y buena estampa son los rasgos característicos de esta raza.
De la raza andaluz estos caballos han heredado el porte y la belleza, mientras que del cuarto de milla conservan sus dotes de fortaleza y velocidad, lo que los convierte en indispensables para todos los deportes de agilidad, equitación clásica, polo, monta, charrería, etc. Un buen caballo azteca tiene que tener una alzada situada entre 1,50 y 1,65 metros, aceptándose todo tipo de capas, aunque las más frecuentes son castañas y tordas.
En 1992 se creó la Asociación Internacional del Caballo Azteca que a día de hoy tiene más de un millar de animales registrados, tanto en México como en otros países como Estados Unidos o Canadá. A lo largo de su vida un caballo azteca debe superar dos controles, uno a los siete meses para obtener el certificado de nacimiento y otro a los tres años para conseguir el certificado como reproductor, dos trámites sin los cuales los criadores no pueden conseguir el registro final.
Junto a los charros, el caballo azteca es por su fuerza, espíritu y entrega el segundo protagonista de la charrería, una actividad que mezcla el espectáculo y el deporte, que es parte de la tradición mexicana y que en 2016 entró a formar parte del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Unesco.
Fuente: https://blog.terranea.es/caballo-azteca/