En las últimas décadas, los flujos de importación y exportación han aumentado mucho más rápido que el PIB en casi todos los países del mundo. Esta marcha hacia economías más abiertas ha ido acompañada de una reorganización de la producción mundial, tanto el comercio de insumos intermedios como el de bienes finales. El Anuario del Ranking de Competitividad Mundial (WCR) del IMD (El Instituto para el Desarrollo Gerencial) es un informe anual completo y un punto de referencia mundial sobre la competitividad de los países. La competitividad de una economía no puede reducirse únicamente al PIB y la productividad; por lo tanto, los gobiernos deben proporcionar un entorno caracterizado por infraestructuras, instituciones y políticas eficientes que fomenten la creación de valor sostenible por parte de las empresas.
El Anuario brinda una amplia cobertura de 63 economías, en función de la disponibilidad de estadísticas internacionales comparables y datos de encuestas, asegurando que todos los datos sean confiables, precisos y actualizados. El Ranking se basa en 333 criterios de competitividad seleccionados como resultado de una investigación exhaustiva utilizando literatura económica.
Dinamarca ha alcanzado por primera vez el puesto número uno en el Ranking; en el contexto latinoamericano, México fue el lugar 55°; Chile y Perú están mejor que México y arriba de Colombia Brasil, Argentina y Venezuela.
Dentro de los desafíos que detecta el IMD están: instrumentar políticas económicas, sociales y de salud para una rápida recuperación de los efectos de la pandemia del COVID-19; mejorar el ambiente de negocios, menos incertidumbre y un mejor marco de justicia, seguridad y democracia; promover un mayor crecimiento del PIB (3 a 4%) impulsando el crecimiento del mercado interno a través de la innovación, bajo la premisa “Mercados Mexicanos para Productos Mexicanos”; mejorar la relación con economías relevantes en el mundo y promover reformas estructurales para una mejor educación y energía limpia.
En ese sentido, los formuladores de políticas de los países y las organizaciones internacionales están redefiniendo la competitividad industrial, vinculando el desempeño industrial con el crecimiento y los empleos verdes. La competitividad industrial debe lograrse a través del desempeño de los países en la producción y venta de bienes a nivel local e internacional mientras avanzan en la escala tecnológica y las capacidades para minimizar las emisiones de carbono y maximizar la inclusión social local. Algunas preguntas inmediatas que surgen de esto son: ¿Qué países representan el punto de referencia para establecer metas estratégicas para la agenda de industrialización? ¿Son los países industrializados buenas referencias políticas para los países en desarrollo?
Una posible interpretación de esto último es que a medida que los países empujan el límite de la productividad a través del avance tecnológico, por ejemplo, con la automatización, el reemplazo de los trabajos de manufactura por robots, por lo que la pérdida de empleos podría no recuperarse. Sin embargo, algunos estudios sugieren que la pérdida de empleo como resultado de la automatización no se recupera dentro del sector manufacturero, pero si en otros como el sector de consumo.
Esta observación también está respaldada por el Informe de Desarrollo Industrial (2020) que señala que las nuevas tecnologías de automatización mejoran la escala de producción del fabricante intermedio y el proveedor de sus materias primas; pero debido a un aumento en su volumen de producción, han aumentado indirectamente la demanda de mano de obra, tanto para los servicios relacionados con la fabricación, como para los servicios al cliente. En este caso, la cadena de valor en su conjunto puede no reducir la cantidad de mano de obra (empleos) e incluso puede aumentar la demanda laboral.
El subempleo se encuentra en prácticamente todos los niveles de educación de la población trabajadora y en la gran mayoría de las ocupaciones y los sectores. La desigualdad y la pobreza constituyen dos de los más graves problemas sociales, pues se infiere que son el resultado de la forma en que se interrelacionan las esferas de la sociedad, el Estado y el mercado. En México los jóvenes constituyen un grupo vulnerable que enfrenta una compleja problemática social y económica caracterizada por el desempleo, la falta de oportunidades y acceso a la educación, salud y otros satisfactores básicos del bienestar.
En Tabasco, esta situación se convierte en una verdadera preocupación, ya que es la entidad con la más alta tasa de desempleo durante los últimos años. Ello debido entre otras causas, a la crisis petrolera y la falta de crecimiento y diversificación de su economía, así como las limitaciones de su mercado de trabajo, incapaz de absorber en su totalidad la oferta de mano de obra calificada y no calificada que está disponible y en condiciones de trabajar. Esto aunado a las condiciones laborales precarias, los bajos salarios, y las condiciones de inseguridad y rezago económico y social.
Edirorial escrito por Elisabeth Casanova García y Jorge Quiroz Valiente