Las mujeres en la agricultura

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Por Dra. Elisabeth Casanova García y Dr. Jorge Quiroz Valiente
 

La agricultura familiar es la forma predominante de agricultura en la producción de alimentos. La agricultura a pequeña escala, como es el caso de los traspatios, huertos familiares, etc. tiene sus bases en la agricultura tradicional, donde el trabajo se reparte entre los miembros de la familia, la producción es de autoconsumo y en algunos casos para venta directa. Estas características son benéficas no sólo para el desarrollo social, sino también para el cuidado del medio ambiente, ya que la rotación de cultivos reduce los problemas de malezas, plagas y enfermedades, aumenta los niveles de nitrógeno disponible en el suelo, reduce la necesidad de fertilizantes sintéticos y, junto con prácticas de labranza conservadoras del suelo, disminuyen la erosión y fomenta la interacción agricultura-ganadería que es una estrategia de sobrevivencia esencial que ha permitido diversificar fuentes de ingresos y alimentación, disponer de abono orgánico, contar con fuerza de tracción animal y reciclar los desechos orgánicos que genera la familia campesina.

Desde el comienzo de la humanidad, históricamente la mujer se ha encargado de las tareas domésticas. El cuidado de los hijos y la alimentación de la familia, son antropológicamente labores femeninas y aunque la sociedad ha cambiado y los roles son cada vez más “unisex” en la organización de la familia campesina aún están muy divididos; esto puede deberse a la corporalidad del trabajo de campo, que en la mayoría de las veces está basado en la fuerza física. La participación de la mujer en el traspatio es determinante y se da en dos grandes dimensiones; como ama de casa, responsable del cuidado del huerto y las especies menores, en apoyo a las labores de su esposo, pero en muchos otros casos (debido a la migración de campesinos a EE UU, o el abandono de la familia por diversas razones) es la mujer quien diseña y gestiona el traspatio, pues éste se convierte en su fuente principal de ingreso y de alimento para la familia. En comunidades indígenas hay un empoderamiento de las mujeres vinculadas a la organización del traspatio, ya que se logra la independencia económica a la vez que se vuelve proveedora; debido a lo anterior, muchos programas de apoyo gubernamental a la producción de traspatio, están dirigidos a las mujeres.

La carencia de remuneración del trabajo de cuidados ha llevado a que se clasificara el trabajo de cuidados como trabajo improductivo. Lo que aparece como una clara paradoja puesto que sin él no es posible el avance del sistema productivo (la producción para la posterior venta) y por lo tanto de las sociedades.

Parece evidente que ya llegamos tarde a la hora de reconocer el trabajo de cuidados realizado por las mujeres. El trabajo doméstico y el cuidado de otras personas implica unos conocimientos. Las mujeres a lo largo de la historia han ido adquiriendo estos conocimientos a través de sus madres y otras mujeres de la comunidad. En la medida en que esta preparación no procedía de los mecanismos oficiales de la formación reglada ha sido infravalorada socialmente y las mujeres han minusvalorado su aportación al sistema económico.

Pero ¿qué pasa cuando una mujer sale de casa y hay que contratar a una persona para que haga los trabajos que ha dejado de hacer ella? Automáticamente se convierten en trabajo, porque generan un costo/ingreso monetario. Entonces se empieza a hacer visible el trabajo de cuidados y parece ya necesaria la incorporación del trabajo de cuidados en los modelos económicos. No podemos considerar que los agentes económicos toman sus decisiones como si no tuvieran responsabilidades de cuidados a los que hacer frente. Las personas, a la hora de tomar sus decisiones, tienen en cuenta variables que tienen que ver tanto con cuestiones como cuánto trabajar con cuestiones relativas a las relaciones personales y las responsabilidades que éstas implican.

El trabajo que realizan las mujeres en la agricultura puede ser estudiado como un sistema integral de cuidados ya que involucra tanto el cuidado de las personas, animales y plantas que lo conforman como las relaciones afectivas de sus componentes.

“Las barreras estructurales y las normas sociales discriminatorias continúan limitando el poder de las mujeres rurales en la participación política dentro de sus comunidades y hogares. Su labor es invisible y no remunerada, a pesar de que las tareas aumentan y se endurecen debido a la migración de los hombres. Mundialmente, con pocas excepciones, todos los indicadores de género y desarrollo muestran que las campesinas se encuentran en peores condiciones que los hombres del campo y que las mujeres urbanas.”

En una sociedad que envejece, el trabajo de cuidados adquiere cada vez mayor importancia, sobre todo en el entorno urbano.